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Las hermandades nos ayudan a mirar nuestras raíces

por Michele Pennisi

 

Las cofradías tuvieron un gran desarrollo a partir de la Edad Media y se extendieron por toda Europa, contribuyendo al aumento de la piedad popular, la práctica de las obras de misericordia y el desarrollo social, artístico y económico de las comunidades en las que se encontraban insertadas. Está documentada la presencia de cofradías en toda Europa: Irlanda, Portugal, España, Francia, Suiza, Bélgica, Holanda, Italia, Malta, Alemania, Polonia, Hungría, tanto en ciudades como en zonas rurales. Tras la Revolución Francesa y como consecuencia de la orientación secularista de muchos estados europeos que querían reducir la religión a un asunto privado, su presencia en el tejido social y religioso sufrió un debilitamiento. La secularización de sus actividades, muy apreciable por su compromiso social, no ha impedido en muchos casos la agregación de los laicos no solo en torno a la liturgia y la piedad popular, sino también en torno al ejercicio de la caridad y la solidaridad mutua.

Hoy en un período en el que asistimos en el Viejo Continente a la propagación de los virus del individualismo, de la fragmentación de la existencia, de la soledad, de la indiferencia, de las divisiones y oposiciones, del desvanecimiento de la solidaridad interpersonal, las hermandades pueden realizar una tarea importante al inyectar la vacuna de la fraternidad y la solidaridad y puede ayudar a nutrir las raíces cristianas de Europa a través de un proceso de nueva evangelización.

 

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