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Las hermandades nos ayudan a mirar nuestras raíces

por Michele Pennisi

 

... sigue así

 

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Para cumplir esta misión, las cofradías - dijo el Papa Francisco el 5 de mayo de 2013 con motivo de la Jornada Mundial de la Piedad Popular - deben articular su existencia en torno a tres principios fundamentales: evangelización, eclesialidad y espíritu misionero. No pueden dejar de mantener vivas las tradiciones antiguas, sino que están llamadas a renovar estas tradiciones, dando testimonio de ser una Iglesia saliente animada por un espíritu misionero. Es necesario preservar las manifestaciones de piedad popular de derivas secularistas que las reducen al folclore o de ambigüedades de diversa índole para mantenerlas dentro de formas maduras y auténticas.

Incluso las obras de caridad, que forman parte de la historia de las Cofradías, deben renovarse hoy según las necesidades de los nuevos tiempos. Los miembros de las cofradías están llamados a experimentar la riqueza de las auténticas relaciones fraternas, la capacidad de testimoniar eficazmente el Evangelio en la sociedad, mostrando coherencia entre el Evangelio y la vida cotidiana. En la nueva temporada de agregación de fieles laicos, las asociaciones tradicionales siguen siendo relevantes en la medida en que son capaces de renovar su presencia en la Iglesia y en la sociedad. En este sentido, las cofradías junto con otras agregaciones eclesiales como la Acción Católica y los nuevos Movimientos pueden seguir siendo instrumentos privilegiados de la acción pastoral si son capaces de renovarse para ofrecer una colaboración eficaz dentro de la comunidad cristiana, concebida no como un club de pastoral. unos pocos elegidos, pero como una realidad popular que teje las relaciones fraternales en los diversos ámbitos de la vida cotidiana. Para el Papa Francisco, Europa está llamada a redescubrir su alma humanista fundada en una visión relacional de la persona, insertada en una comunidad. En una Europa cansada y envejecida, comparada por Francisco con una abuela vieja y estéril, la memoria del pasado debe concebirse “como la sangre que riega el presente. Un nuevo protagonismo de laicos cristianos dispuestos a caminar juntos en un clima de fraternidad "podrá devolver el agua pura del Evangelio a las raíces de Europa" y transformarla en madre fecunda, cuna de un nuevo humanismo.

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